El distemper canino, o moquillo, es una enfermedad viral multisistémica que, si bien puede manifestarse con una variedad de síntomas, la afectación del sistema nervioso central (SNC) es quizás la más devastadora y lamentablemente con frecuencia irreversible. Esta fase neurológica representa un desafío significativo tanto para el diagnóstico como para el tratamiento, dejando a menudo secuelas permanentes en los animales que logran sobrevivir.
Patogenia neurológica: la invasión del virus

Una vez que el virus del distemper, un paramixovirus, ha superado las barreras iniciales y se ha replicado en el tejido linfoide, se disemina por el torrente sanguíneo hacia varios órganos, incluido el cerebro y la médula espinal. La neuroinvasión del virus puede ocurrir en diferentes momentos de la infección, a veces semanas o incluso meses después de la exposición inicial, o paralelamente a los síntomas respiratorios o gastrointestinales.
El virus ataca diversas células nerviosas, incluyendo neuronas, astrocitos y crucialmente los oligodendrocitos que son responsables de producir la mielina, la vaina protectora que recubre las fibras nerviosas y permite la transmisión eficiente de los impulsos. La destrucción de la mielina, conocida como desmielinización, interrumpe la comunicación neuronal y es la base de muchos de los signos neurológicos observados. Además, el virus puede causar encefalitis (inflamación del cerebro) y mielitis (inflamación de la médula espinal), llevando a una disfunción generalizada del SNC.
El virus ataca diversas células nerviosas, incluyendo neuronas, astrocitos y crucialmente los oligodendrocitos que son responsables de producir la mielina, la vaina protectora que recubre las fibras nerviosas y permite la transmisión eficiente de los impulsos. La destrucción de la mielina, conocida como desmielinización, interrumpe la comunicación neuronal y es la base de muchos de los signos neurológicos observados. Además, el virus puede causar encefalitis (inflamación del cerebro) y mielitis (inflamación de la médula espinal), llevando a una disfunción generalizada del SNC.
Signos clínicos de la afectación neurológica
Los síntomas neurológicos del distemper son altamente variables y pueden ser progresivos. No todos los perros desarrollan la fase neurológica, pero aquellos que sí lo hacen pueden presentar:

Tics nerviosos o mioclonías: Son contracciones musculares involuntarias y repetitivas que pueden afectar una parte del cuerpo (como un párpado o una pata) o ser más generalizadas. Estos tics son a menudo persistentes y pueden ser uno de los primeros signos neurológicos.

Ataxia: Descoordinación motora que se manifiesta como dificultad para caminar, tropiezos o desequilibrio. El perro puede parecer «borracho».

Paresia o parálisis: Debilidad o pérdida total de la capacidad de movimiento en una o más extremidades.

Convulsiones: Pueden variar desde episodios de mirada fija o «masticación de moscas» hasta convulsiones tónico-clónicas generalizadas. Estas convulsiones pueden ser recurrentes y difíciles de controlar.

Cambios de comportamiento: Letargo, desorientación, depresión, ceguera aparente,
o incluso agresividad.