El dolor abdominal funcional es una causa frecuente de asistencia en las consultas de atención primaria y de gastroenterología, requiriendo incluso en algunas ocasiones ingresos hospitalarios.

El principal reto es diferenciarlo de una patología orgánica que a veces puede conllevar la realización de múltiples pruebas diagnósticas con los riesgos que estas pueden acarrear, sus efectos secundarios y las pérdidas de horas escolares para los pacientes pediátricos y laborales para los padres. Muchos síntomas clínicos presentes en el dolor abdominal funcional son comunes con otros trastornos orgánicos, en particular con los de la enfermedad inflamatoria intestinal (EII).

Ante la sospecha de EII se aconseja realizar una colonoscopia con toma de biopsia para confirmar el diagnóstico y determinar el grado de inflamación. La colonoscopia presenta un riesgo inherente al tratarse de un método invasivo con la posibilidad de complicaciones para el paciente. En el caso de pacientes pediátricos requiere de anestesia general.
Con la intensión de mitigar la necesidad de llegar a estos procedimientos invasivos, la calprotectina se presenta como un marcador útil de patología inflamatoria intestinal para ser determinada en heces, afianzando su valor diagnóstico en los últimos años soportada en varios estudios que demuestran la asociación entre los niveles de calprotectina y el grado de inflamación, en consecuencia, puede usarse para monitorizar la respuesta al tratamiento y predecir el riesgo de recidivas.
Pero, y ¿qué es la calprotectina? Es una proteína fijadora de calcio y zinc, la encontramos en los neutrófilos y constituye aproximadamente el 60% de las proteínas solubles del citosol de este polimorfonuclear y también es muy abundante en monocitos y macrófagos con propiedades inmunomoduladoras, antimicrobianas y antiproliferativas.

Su presencia en fluidos corporales indica la degranulación de estos por daño celular. Es importante considerar que Infecciones gastrointestinales, el uso reciente de AINEs, diverticulitis, pólipos, neoplasias, estreñimiento crónico, sangrado digestivo o intervenciones recientes como colonoscopia o biopsias son factores que pueden elevar los valores de calprotectina sin enfermedad inflamatoria crónica, por lo que la interpretación de estos resultados a la luz de una completa historia clínica deben ser cuidadosamente evaluados.
En ancianos, pequeñas elevaciones pueden deberse a comorbilidades gastrointestinales benignas y en la población pediátrica se pueden encontrar valores basales que pueden llegar a ser más elevados. Esto se puede explicar por algunos factores como: mayor migración de neutrófilos en la mucosa durante el desarrollo de la tolerancia oral, regulación de la microbiota intestinal que se produce en etapas temprana de la vida, inmadurez de la barrera epitelial y ambiente que rodea al niño en desarrollo, permanente estímulo para su sistema inmunológico, por ejemplo, lactantes (0-12 meses de edad) tendrían niveles de calprotectina más altos debido al proceso de maduración del intestino, inversamente proporcional a la permeabilidad de la mucosa. Es decir, a menor madurez gastrointestinal, mayor permeabilidad, mayor respuesta inflamatoria.
Los laboratorios deben ser prudentes en la aceptación de muestras en medio de episodios diarreicos severos sin valorar si hay una causa infecciosa pues los valores obtenidos pueden no reflejar el verdadero estado del paciente.

Aunque los valores de referencia pueden variar según el método de medición y la casa comercial del kit utilizado, en la interpretación general de la prueba se pueden tener resultados menores de 50 μg/g (Normal: No hay evidencia de inflamación orgánica activa), entre 50–120 μg/g (Zona gris: Requiere repetir o correlacionar clínicamente), entre 120–150 μg/g (Probable inflamación intestinal) y finalmente entre 250–300 μg/g (Alta: Alta probabilidad de EII activa (Crohn, colitis ulcerosa).

La calprotectina fecal se ha consolidado como una herramienta no invasiva, sensible y útil para distinguir entre enfermedades intestinales inflamatorias y funcionales. Su correcta interpretación exige considerar no solo los valores numéricos, sino también el contexto clínico, los factores interferentes y la evolución en el tiempo.
Utilizada de forma adecuada, permite optimizar decisiones diagnósticas, reducir procedimientos invasivos innecesarios y monitorizar eficazmente la respuesta terapéutica y la actividad de la enfermedad inflamatoria intestinal. En resumen, es un biomarcador valioso cuando se interpreta con criterio clínico y sentido integrador.
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